SHUTTER ISLAND


CALIFICACION: ***

En “Shutter Island”, Martin Scorsese firma un trabajo entre lo delirante y lo opresivo y terrorífico, con un excelente Leonardo DiCaprio al frente de un reparto que funciona a la perfección.


Martin Scorsese toma los mandos de la adaptación de una novela de Dennis Lehane , en este caso, de los temas y escenarios que hasta ahora habíamos asociado con el autor de "Mystic River" y "Adios, pequeña, adios", que también tuvieron sus correspondientes, y celebradas, versiones cinematográficas. Esta vez, la mirada se aleja de los sórdidos secretos alojados en los barrios de Boston para trasladarse a unos territorios que parecen perder conexión con algún lugar determinado. Porque la isla-psiquiátrico para criminales dementes parece estar situada en algún lugar de la costa de Estados Unidos, pero apenas se nos da dato adicional alguno. Quizá porque, en el fondo, el referente más importante sea el año, un 1954 que en el país de las barras y estrellas es sinónimo de uno de sus períodos más paranoicos, en plena efervescencia de la caza de brujas y la duda constante de si el sonriente vecino que corta sus setos no oculta, en realidad, a un enemigo de América dispuesto a socavar la perfecta sociedad estadounidense desde dentro.

Ese es el marco en el que la acción de "Shutter Island" sitúa la arribada a la isla de una pareja de marshals (Leonardo Dicaprio y Mark Ruffalo) con la misión de encontrar a una presa que ha desaparecido de su celda sin dejar rastro. Una investigación que, para el personaje de DiCaprio, marcado por las experiencias de la guerra, especialmente por el impacto que le causó la liberación del campo de concentración de Dachau, significará un particular descenso a los infiernos en la que no es la primera, ni con toda seguridad será la última, inmersión cinematográfica en el mundo de la locura. Un punto de arranque que permite a Scorsese firmar un trabajo situado en un punto intermedio entre el delirio de "Al límite" (1999) y el opresivo y terrorífico ambiente de"El cabo del miedo" (1991), y que añade una coherente muesca más en una filmografía que en numerosas ocasiones ha hurgado en los vericuetos de la culpa y los desórdenes que tantas veces desembocan en la violencia (¿o es que alguien ha podido olvidar el alucinatorio tramo final de "Uno de los nuestros"?).

Como ya hiciera Kubrick en su personal viaje a los infiernos de la mente que fue "El resplandor" (1980), Scorsese se ha apoyado, además, en una banda sonora firmada por nombres como Ligeti o John Cage, músicos que demolieron muchas convenciones sonoras para abrir nuevos espacios en los que lo inestable podía deparar momentos de intensa belleza. Y eso es, precisamente, lo que intenta hacer Scorsese con su relato, sin llegar a los límites de Cronenberg o Lynch, pero levantando una película situada a medio camino entre lo más comercial y fácilmente digerible, y las exigentes experiencias que suponía ver las obras de los citados. Un medio camino que, todo hay que decirlo, posee más aciertos que pasos en falso; o dicho de otro modo más gráfico, el resultado final se acerca más a "Spider" (2002) que a ese enorme fiasco que fue "una mente maravillosa" (2001), uno de los más facilones, tramposos e impresentables acercamientos del cine reciente al mundo de los desórdenes de la mente.

En el fondo menos original de lo que podría parecer, “Shutter Island” contiene, de todos modos, motivos más que suficientes para ser disfrutada. El primero, un Leonardo DiCaprio que vuelve a demostrar por qué es uno de los mejores actores en la actualidad; y junto a él, un reparto que funciona a la perfección, como en la bicefalia los que habitan este particular infierno al que, como en el narrado por los antiguos griegos, también se accede en barca (o ferry, actualizaciones obligan), en un camino que, de la misma manera, amenaza con carecer de vuelta posible.