PAGAFANTAS ESA GRAN REALIDAD!!!




VALORACION: * * *

“Pagafantas” nunca pretende la reinvención de la comedia, sino más bien una adhesión a distintas formas de la misma que encuentra el camino a la gloria en un torpe diálogo de screwball, un eficaz gag visual o una escena de sitcom.

“Pagafantas” es el triunfo de una comedia que tanto bebe de la ficción televisiva como de la screwball comedy, que tanto sabe incorporar el humor dialéctico más clásico como los greatest hits del sketch más renovado. Es “Vaya semanita”, es “Muchachada Nui” y es Howard Hawks machacando el solapamiento del diálogo, dando a su irresistible heroína la fuerza ciclónica que trae de cabeza al sufrido antihéroe de un Judd Apatow sin una pizca de clemencia para con su personaje. Pero sobre todo, “Pagafantas” es una película con extraordinarias dotes para conectar con una generación, con el pagafantismo como sentimiento universal y personal del que todos fuimos alguna vez víctimas (los créditos finales ponen cara al sufrimiento anónimo), del que ahora nos vengamos a costa de todo un campeón del patetismo en la pantalla.



A diferencia de Apatow, Borja Cobeaga no otorgará la salvación a su protagonista, no dará margen a la auto-indulgencia ni encontrará la necesidad de volver a un orden que nunca ha existido en la vida de Chema (Gorka Otxoa). Es decir, Chema está condenado al pagafantismo perpetuo (incluso a preferirlo al anodino orden vital que de él se espera), a no aprender de los errores que le impiden el acceso al corazón de Claudia (estupenda, arrolladora Sabrina Garciarena) y, por ende, a sufrir cotas inhumanas de crueldad. Y de tal conclusión se extrae la mayor virtud de la cinta: el pagafantismo no da opción alguna a los derroteros habituales de la romcom ni a sus finales indefectiblemente felices, sino a un nivel más alto de la comedia que se conforma con el heroico día a día del perdedor eterno (eternidad confirmada en el personaje de Óscar Ladoire).



Este debut en largo de Cobeaga nunca pretendió una reinvención de la comedia, sino más bien un reciclaje de ideas, una adhesión a las distintas formas de la misma que encuentra el camino a la gloria entre el diálogo de screwball, rediseñado desde la torpeza, y la eficacia del gag visual (el atropello por el vehículo de limpieza). O, por qué no, una brillante escena de sitcom (la fiesta sorpresa) que se alterna con una inusitada kubrickiana (el encuentro en el pasillo con la Sra. Begoña). En cualquier caso y para cualquiera de sus victorias, resulta aquí fundamental Gorka Otxoa, impagable encarnando al pagafantas por antonomasia, siempre creíble en su rol pese a la escalada de dolor emocional y físico a todas luces inhumano. Pero también imperdibles los secundarios compuestos por Julián López y Ernesto Sevilla, el primero como conformista compañero de fatigas, el segundo como accidentado primo de Elche.

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